“Si tu mal tiene remedio, ¿por qué te quejas?
Si no lo tiene, ¿por qué te quejas?”
Proverbio oriental
Quejarse cuando algo no va bien es una respuesta totalmente normal a algo que nos ocurre que no nos gusta. Cuando nos quejamos, nos sirve como válvula de escape para disminuir nuestro malestar. La queja es útil cuando después le sigue una acción para poner remedio a lo que nos está molestando.
No quejarse nunca de nada tampoco resulta saludable. La queja es el primer paso antes de tomar acción puesto que va asociada a la emoción del enfado, que bien conducido puede llevarnos a conseguir los resultados que deseamos. Es por este motivo por el que no estoy de acuerdo en el movimiento que pretende eliminar toda queja.
Lo que no es sano es cuando nos aferramos a la queja constante, convirtiendo la queja en adicción, sin tomar ninguna acción para solucionar nada. Por desgracia, esto es algo que se está convirtiendo en un estilo de vida para muchas personas que no saben el daño que se hacen a sí mismas y a los que les rodean con su actitud.
Cuando solo nos quejamos sin trabajar en la solución, nos estamos focalizando siempre en lo negativo por lo que no podemos esperar ningún resultado positivo de esta actitud. La queja no cambia nuestra realidad, simplemente nos informa de que algo nos disgusta. Nos mantiene centrados en el problema y no en la solución, como te explico en mi post Céntrate en la solución, no en el problema.
La queja sólo sirve para desahogarse, pero si se repite en el tiempo puede ocasionarnos un enorme sentimiento de frustración. Porque en definitiva, por más que te quejes la situación no va a cambiar ni se va a resolver por arte de magia.
La queja excesiva evita la responsabilidad de la persona que se queja y le sitúa en una posición de víctima. No es de extrañar que la queja excesiva vaya unida a patologías relacionadas con el estrés y la ansiedad.
Cuando nos quejamos trasladamos nuestra responsabilidad en los demás o en las circunstancias, convirtiéndonos en víctimas de nuestra propia realidad.
La queja anula nuestro poder de actuación, bloqueándolo totalmente. La queja bloquea nuestro futuro.
¿Existe algún beneficio en la queja continua? La queja hace que, en la mayoría de los casos, las personas que rodean a la persona quejica le presten más atención e intenten ayudarle a solucionar sus problemas. Esto puede ser así a corto plazo, pero cuando, una vez resuelto los problemas iniciales la persona sigue quejándose ocurren dos cosas, que la queja intoxique a las personas cercanas o que las ahuyente.
Hay personas en las que la queja alcanza niveles patológicos. A estas personas les resulta imposible dejar de quejarse puesto que es un comportamiento que tienen interiorizado desde hace mucho tiempo. Normalmente esta conducta va asociada a otras patologías como la depresión y la ansiedad. En este caso ninguno de los argumentos mencionados le ayudarán. Es más, si tratas de ayudarles te encontrarás atrapado en su espiral de queja y lejos de ayudarles, les estarás perjudicando. La mejor recomendación que le puedes dar a una persona con queja patológica es la de recomendarle que acuda a un psicólogo, porque su problema no es tan fácil de resolver.
Si la queja en tu vida aún no ha alcanzado niveles patológicos lo mejor que puedes hacer es observar cuando te quejas (lo que muchas veces suele pasar desapercibido) y buscar soluciones para actuar en lugar de quejarte, asumiendo tu responsabilidad.
Siempre que te quejes tiene que haber una acción, si no, no te quejes.
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