Cuando la víctima se defiende.

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No hay mejor defensa que un buen ataque.

Hay situaciones en la vida en la que alguien la toma con nosotros sin ningún motivo aparente, haciéndonos la vida más difícil desde el primer momento a pesar de nuestra actitud positiva hacia ellos.

Este tipo de situaciones suelen ser muy frecuentes en los entornos laborales, donde la competencia es alta. Hay personas que, bien sea por envidia, falta de autoestima o incluso narcisismo, deciden atacar generalmente a aquellos que brillan y que jerárquicamente suelen estar por encima de ellos. Lógicamente, la intención positiva de esta actitud suele ser la de usurpar el puesto de esta persona.

Los ataques en un principio pueden ser sutiles y aparentemente inocentes, para convertirse en verdaderas agresiones verbales y actitudinales.

Esto va generando poco a poco un clima de tensión que genera una situación de mobbing en el lugar de trabajo.

El agresor comienza a hacer ver a los demás mediante comentarios malintencionados que su compañero de trabajo no es apto o que incluso no es buena persona, atacando no sólo su esferal laboral sino también personal y psicológica.

Lo habitual es que esta persona vaya creando en torno a él una red de seguidores ante los que expone sus argumentos y provoca que se contagien de su misma actitud.

La víctima poco a poco se va sintiendo cada vez más acorralada, generando en ella sentimientos de inseguridad y malestar. En muchas ocasiones la víctima incluso llega a sentirse culpable y a pensar que ha hecho algo mal.

Llegado este punto, la víctima puede seguir dos caminos distintos :

Uno, en el que va a seguir siendo víctima mientras dura la relación laboral, pudiendo llegar a afectar gravemente a su bienestar. Son innumerables los casos de mobbing en los que la víctima incluso puede llegar a tener graves problemas de salud y su bienestar psicológico puede verse seriamente comprometido.

Y el otro camino: Defenderse.

Cuando la víctima decide defenderse pueden ocurrir varias cosas. La víctima llega a este punto cuando ya no puede más o bien cuando ya ha vivido esta situación en un trabajo anterior y ha aprendido que las consecuencias de no defenderse pueden llevarle a situaciones muy desagradables. No es de extrañar que incluso la reacción pueda ser desproporcionada y pillar al agresor por sorpresa, convirtiéndose en este momento en verdugo ante los ojos de los demás.

En este caso podemos decir que estamos utilizando nuestro enfado de forma positiva, como te contaba en mi post El lado positivo del enfado

¿Es esto justo? ¿La víctima no tiene derecho acaso a defenderse?

Habrá personas que lo comprendan y apoyen a la víctima ahora que se ha convertido en su propia defensora e incluso verdugo, pero no así el círculo de adeptos que se ha ido creando el agresor.

Esta situación puede llevar a sentirse culpable a la víctima, que por otra parte suele ser buena persona, haciéndole incluso pensar que tendría que haber aguantado más la situación o incluso cambiado de trabajo. Soportando graves perjuicios para su bienestar.

Lo que esta persona tiene que tener claro es que este el precio que tiene que pagar para no llegar a una situación en la que las consecuencias podrían haber sido más graves.

Cuando antes comprenda que en realidad es un derecho el hecho de poder defenderse y que la única persona culpable de esta situación es el agresor, antes podrá seguir dando lo mejor de sí misma en su trabajo.

Esperar que el mundo te trate con justicia porque usted es una buena persona es un poco como esperar que un toro no te ataque porque eres vegetariano. (Dennis Wholey)

Afortunadamente cada vez más empresas saben esto y defienden a sus trabajadores de estas situaciones. Si no es así, te tocará defenderte por tu cuenta. Pero no lo dejes pasar, no estás en esta vida para que te agredan. No vas a dejar de ser una buena persona por defenderte.

 Puede que pierdas algo en el camino, como compañeros que pensabas que te apoyaban y en realidad eran cómplices de tu verdugo. Estas personas en realidad también es mejor evitarlas ya que son fácilmente influenciables.

 Pero tienes mucho que ganar.

¿Merece la pena defenderse? Yo creo que sí.

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Esther Canales Castellanos.

Psicóloga Experta en Coaching PsEC y Economista.

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