Un complejo es una visión distorsionada de nosotros mismos, de la forma que vemos nuestras habilidades y valía. Esta percepción hace que la persona piense, sienta y actúe como si los demás fuesen mejores que ella, cuando en realidad no es mejor ni peor, sino simplemente diferente. En este caso decimos que tiene complejo de inferioridad.
Los complejos frecuentemente tienen su origen en la infancia. Alrededor de los 8 años el niño comienza a compararse con los demás. Esto es importante para el desarrollo de su identidad, pero también es básico para su autoestima hacerle ver que su valía como persona no depende de sus cualidades, dones y habilidades en comparación con los demás, sino que es válido siendo como es.
Las comparaciones son ciertamente odiosas. Si en la infancia hemos sido objetivo de excesivas comparaciones para fomentar la competitividad o cualquier otro comportamiento, es posible que de adultos vivamos acomplejados, sin reconocer nuestro propio valor como persona. Las comparaciones frecuentemente producen falta de autoestima, que se refleja en los complejos.
Si de adultos seguimos viendo más verde el jardín del vecino, es hora de comenzar a mirar nuestro propio jardín y a valorarlo.
Mucha gente piensa que un comportamiento orgulloso e incluso altanero, es autoestima. Realmente es la otra cara de la moneda. Es el complejo de superioridad. Una persona que tiene una autoestima alta no necesita sentirse superior a los demás ni ser perfeccionista, ni mucho menos demostrárselo a nadie. Se acepta tal y como es, con sus virtudes y defectos.
También hay personas que tienen muchos complejos por el aspecto físico. Vivimos en una sociedad en la que los medios de comunicación dan excesiva importancia al aspecto físico y a unos estándares de belleza muy difíciles de alcanzar. Detrás de todo esto existe una industria cosmética muy interesada en hacerte ver una necesidad que probablemente no tenías. Tenemos que ser conscientes de ello y no entrar en ese juego.
Otro complejo muy habitual es el complejo de culpabilidad. Estas personas se sienten culpables si no agradan a los demás, e incluso se sienten culpables de lo que hacen los demás. Estas personas sienten que no tienen derecho a decir no cuando alguien les pide algo, ayudando a todo el que se lo pide, aunque salgan perjudicados. Se vuelcan de forma exagerada en las demás personas con el objetivo de agradar y cuando el agradecimiento de la otra persona no ocurre se sienten desgraciadas.
¿Cómo se pueden superar los complejos?
- Conócete a ti mismo, trabaja en tu desarrollo personal, en explorar tus fortalezas y debilidades.
- Acéptate tal y como eres
- Apóyate en tus fortalezas y transforma debilidades en fortalezas, proponiéndote objetivos concretos. Desarrolla tu potencialidad y lucha por ser la persona que deseas ser.
- Relájate. No tienes nada que demostrar a los demás ni necesitas su aprobación. No se puede gustar a todo el mundo. Si a alguien le caes mal es su problema no el tuyo
- Evita las comparaciones odiosas, aquellas en las que una parte queda en una posición inferior. Las comparaciones deben partir de la base de que cada persona es como es y nadie es mejor ni peor, ya que tenemos múltiples facetas.
Recuerda que la autoestima es el concepto que tenemos de nosotros mismos, de nuestra valía personal. Cultivar tu autoestima te hará sentir un mayor bienestar.
¡Déjate de complejos y aprende a valorarte!
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