“ La vida es demasiado importante
como para tomársela en serio”
Oscar Wilde
El enfado es una emoción innata que surge cuando alguien o algo ha superado nuestro umbral de paciencia o de tolerancia a la frustración. Es decir, el enfado sirve para poner límites, tiene una intención positiva y hay veces que tiene una gran utilidad. El inconveniente es que sus consecuencias pueden llegar a resultar desagradables para nosotros mismos y para los demás.
Además se trata de una de las emociones más difíciles de controlar porque conlleva un gran nivel de activación. Para afrontar esos momentos en los que vamos a explotar te propongo los siguientes diez consejos. No es necesario que los realices todos cada vez que intuyas que te vas a enfadar, hay veces que con alguno de ellos es suficiente.
- Relájate
El enfado, como ya adelantaba antes, produce un elevado estado de activación en nuestro organismo. Sabemos que cuando nos enfadamos comenzamos a ponernos tensos, a hablar de forma más acelerada y con un tono más elevado. Nuestro nivel de adrenalina aumenta espectacularmente. Las personas que dedican un tiempo diario a la relajación y meditación son mucho menos propensas a enfadarse. Si no tienes esta rutina, la solución más sencilla es respirar profundamente varias veces antes de reaccionar.
- Observa tu comportamiento y pensamientos .Si últimamente te enfadas con mucha frecuencia sin un motivo realmente justificado, a lo mejor ha llegado la hora de cambiar de hábitos para controlar la ansiedad, estrés y las preocupaciones.
- Analiza cual es la causa real de tu enfado. La pregunta más importante que tienes que hacerte es ¿realmente es tan importante el motivo del enfado?¿merece la pena lo mal que me voy a sentir después? ¿por qué otra situación que realmente sí es importante puedo estar enfadado?
- Ponte en el lugar del otro. Se trata de intentar entender por qué la otra persona se ha comportado de determinada manera. No se trata de justificar un mal comportamiento. Muchas veces nos quedamos en los hechos más inmediatos o visibles, sin pensar que la otra persona puede que estuviese actuado sin mala intención o por que esté pasando por un mal momento, o bien porque ha habido un malentendido en la comunicación. Tendemos a pensar que somos el centro del mundo, pero eso no es cierto. Es importante controlar los pensamientos automáticos que tienden a juzgar precipitadamente a la otra persona.
- Interpreta correctamente la situación. Si algo nos enfada es porque lo estamos interpretando de forma amenazante. Interpretar la situación no significa que no tengamos razón para enfadarnos, sino en analizar hasta qué punto es justificado nuestro enfado y si hemos interpretado adecuadamente una situación.
- Céntrate en resolver el problema en lugar de quejarte. Hay personas que se pasan la vida quejándose como si esa fuese la solución. La queja nos sumerge aún más en el problema, restándonos energía y tiempo. La mejor forma de resolver un problema no es quejarse, sino buscar las mejores soluciones. Quejarse sólo sirve para que nos sintamos más frustrados, bloqueando nuestra capacidad de resolver el problema.
- Cambia la agresividad por la asertividad. Gritar, decir tacos o dar portazos puede que te ayude a descargar la tensión en un momento dado, pero sin duda, deteriora las relaciones con los demás y te haces daño a ti mismo. Encuentra formas más sanas de canalizar tu enfado, como dar un paseo, hacer una actividad que requiera energía, etc. Los demás no tienen porqué entender tu enfado, no te pueden leer el pensamiento, tan sólo pueden ver tu comportamiento. Sinceramente, a mi no me gustaría estar al lado de alguien que está en este estado, porque las emociones se contagian muy fácilmente.
- Hay personas que son tóxicas y su comportamiento o comentarios nos hacen sentir mal. El hecho de aceptar que esa persona simplemente es así y que sus motivos tendrá y que no son asunto nuestro, nos libera. Hay cosas que no tienen una solución a nuestro alcance. Esto no quiere decir que no debamos poner límites, ya que el enfado sirve para ello precisamente. Tendremos que encontrar formas más saludables de poner esos límites.
- Ríete de la situación. La vida es demasiado importante como para tomársela en serio, como decía Oscar Wilde. Claro, hay situaciones en las que no puedes reírte. Habrá que ver en qué situaciones es apropiado. Pero el sentido del humor hace que se relaje la tensión y podamos ver la situación desde otro punto de vista. Nos ayuda a reencuadrar la situación, a tomar perspectiva. Uno no puede reírse y estar enfadado al mismo tiempo.
- Aprende de la situación
En definitiva, se trata de gestionar la emoción de enfado para que no te domine.
Ya Aristóteles lo decía:
«Cualquiera puede enfadarse, eso es muy fácil. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y de la forma correcta, eso ciertamente, no resulta tan fácil.»
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