He decidido que a partir de ahora no voy a tener objetivos de Año Nuevo. Con esto no quiero decir que no tenga objetivos, sino que hoy no es el día más apropiado para decidirlos.
En estos días proliferan artículos en la red orientándote pormenorizadamente cómo definir y conseguir tus objetivos para este año, que la verdad es que ofrecen ideas muy interesantes…para cualquier momento del año.
La clave está en que, ¿es hoy el mejor día para tomar tan transcendente decisión? Veamos, para empezar, después de la comilona de ayer, día de Nochevieja, casi todos tenemos en mente ponernos a dieta, nos haga falta o no. Por otro lado, seguro que nuestro descanso no habrá sido el óptimo la noche anterior y nuestra cabeza no estará para asuntos serios.
Parece que necesitamos un minuto cero, aquel en el que decidimos cambiar sí o sí. El problema es que el cambio no ocurre de la noche a la mañana, sino que requiere antes que suceda algo en nuestra vida que nos haga reflexionar y definir cómo queremos que sea nuestro nuevo yo. El cambio no es conveniente que sea irreflexivo. Esta transformación necesita un tiempo de adaptación en el que iremos avanzando y retrocediendo sucesivamente, hasta que surja nuestro nuevo yo.
Sólo cuando el cambio sea desde el propio Ser y no desde la superficialidad, entonces será duradero y habremos conseguido el objetivo que nos habíamos propuesto.
Por poner un ejemplo, uno de los objetivos más frecuentes de Año Nuevo es adelgazar. No parece extraño que, después de estas semanas en las que parece que hay que comer todo tipo de dulces navideños , así como la proliferación de grandes cenas y comidas navideñas, de amigos, de empresa, etc., el que más o el que menos pesa un poco más. Si nuestro objetivo es adelgazar, es posible que elijamos cualquiera de las dietas express que aparecen en los medios estos días y perderemos el peso que nos sobraba, muchas veces a costa de nuestra salud, y que seguramente volveremos a ganar en poco tiempo. Si por el contrario nuestro objetivo es tener un peso saludable y estable, el cambio llevará más tiempo y más esfuerzo a corto plazo, ya que tendremos que acostumbrarnos a realizar ejercicio, a comer saludable y a ser constantes. En este caso seguramente en las próximas Navidades, no tendremos que fijarnos este objetivo, ya que el mantener un peso saludable se habrá convertido en un hábito y no en una moda pasajera. Es nuestro propio Ser el que ha cambiado, y para ello hemos necesitado un proceso de transformación. Y esto no se consigue con una dieta express, al igual que no hay fórmulas mágicas para cambiar de la noche a la mañana.
Este año no tengo objetivos de Año Nuevo, porque ya los he definido a lo largo del año anterior de forma adecuada y reflexiva y no influye el cambio de año en su definición ni en mi motivación para lograrlos.
Mi listado de objetivos es bastante largo y además se distribuyen por áreas de mi vida. Si pretendiera abordarlos en un solo día, sería verdaderamente abrumador. No hay un día concreto para fijarme un objetivo, simplemente surge y en ese momento establezco mi plan de acción. Sería una pérdida de tiempo y motivación si esperase a Año Nuevo.
Otro aspecto importante es que cada uno de mis objetivos tiene en cuenta a los demás. Si, por ejemplo decido hacer más ejercicio, tengo que tener en cuenta que eso conlleva un tiempo que tendré que restar de otro objetivo como puede ser estudiar idiomas, con lo que tendré que redefinir éste objetivo. Una forma de hacerlo puede ser compatibilizar objetivos, como por ejemplo ver un vídeo de idiomas mientras monto en la bici estática. Habrá veces que esta compatibilidad no será posible, entonces tendremos que decidir por orden de importancia y urgencia del objetivo en cuestión.
Hay objetivos que son temporales y otros que responden a un plan vital. Los objetivos temporales son más o menos difíciles de definir, dependiendo de su importancia y del periodo de tiempo que vaya a llevar cumplirlo. Los objetivos vitales son diferentes, son muy importantes y necesitan una adecuada reflexión y vigilancia continuas. Digamos que podríamos compararlos con nuestro árbol de la vida. Las hojas serían nuestros objetivos temporales y el tronco y las ramas serían nuestros objetivos vitales, que en su momento sostendrán los frutos que vamos obteniendo a lo largo de nuestra vida. Pero nada de esto sería posible sin tener unas sólidas raíces sobre las que se sustenta todo lo demás. Estas raíces son nuestros valores y creencias.
Es necesario conocer nuestros valores y creencias para poder alinearlos con nuestros objetivos y poder obtener un bienestar óptimo. Digamos que los valores serían las grandes raíces, que permanecen más o menos estables en el tiempo. Son los ideales que dan significado a nuestras vidas y que se reflejan en las prioridades que elegimos, y sobre las que trabajamos día a día. Así, por ejemplo, si para mí cuidar mi salud es un valor, elegiré aquellas conductas que la promuevan. Para alcanzar un bienestar y felicidad óptimos el paso obligado consiste en alinear nuestros valores con nuestros objetivos, sólo así podremos determinar si existe coherencia en lo que hacemos en los distintos ámbitos de nuestra vida.
Los valores se sustentan en creencias, que son las raíces de menor tamaño que parten de las grandes raíces de los valores. Las podemos definir como afirmaciones que pueden ser ciertas o no, muy enraizadas en nuestro pensamiento, y que hemos adquirido a través del aprendizaje sobre nuestra experiencia vital. Las creencias nos sirven para dar sentido a nuestra realidad y para decidir nuestras conductas. A partir de estas creencias formulamos nuestros valores. Es por ello que un cambio de los valores exige previamente un cambio en nuestras creencias.
Las creencias pueden ser potenciadoras, como por ejemplo, “comer sano hace que tenga más energía”, o totalmente limitadoras, como por ejemplo “no tengo fuerza de voluntad para hacer ejercicio”.
Mis objetivos están sustentados en las raíces de mi árbol de la vida, es decir, en mis creencias y valores. Para obtener los frutos del bienestar y la realización personal, primero tengo definir mis valores, sobre los que se sustenta todo el árbol. Así mismo tendré que trabajar en eliminar las creencias que me limitan, así como fortalecer las que me potencian, muchas veces superando límites que creía imposibles. Sólo de esta manera podré conseguir los objetivos que son coherentes con mi plan vital.
Cualquier momento del año puede ser bueno para trazar mi plan.
Os deseo un año lleno de objetivos y retos superados.
Si quieres conocer las mejores herramientas de psicología para desarrollar tu inteligencia emocional y fijar objetivos coherentes con tus valores, te invito a leer el primer capítulo de mi libro pinchando en el siguiente enlace El árbol del Cambio. Como afrontar el cambio en tu vida en tiempos de incertidumbre. (Tan sólo tienes que solicitar Leer muestra, que aparece debajo de la portada del libro).
También puedes leerlo entero de forma gratuita si perteneces a KindleUnlimited , aprovechando que tienes 30 días de prueba gratis ( pinchando en en este enlace).
O para los más clásicos, también puedes adquirir la obra a través de Amazon en papel en el siguiente enlace.
Además, por petición de mis lectores, he puesto a disposición tuya, de compra opcional, un cuaderno de trabajo con todos los ejercicios del libro, llamado El árbol del Cambio. Cuaderno de reflexiones, para que tengas un soporte para realizarlos más cómodamente. Te servirá de cuaderno de bitácora para aprovechar mejor los contenidos que aprendas en este libro.
En esta página puedes encontrar más información.